4 de enero a las 13:15... faltan 3 horas y media aún.
Miro por la ventana: el sol brilla pidiendo a gritos que salga a la calle a pasear y a dejar que me inunde de paz y calor con sus rayos.
Pero no, yo sigo aquí, delante de la pantalla, con la vista puesta en el reloj.
TIC-TAC TIC-TAC
El segundero avanza lento como él solo.
El canario de mi hermana me taladra los oídos con sus agudos pitidos. Aunque esta vez, y sin que sirva de precedente, no me molesta. Creo que ahora mismo todo me parece genial. Todo menos el reloj.
TIC-TAC TIC-TAC.
Los segundos van pasando, y con ellos los minutos. Sigue faltando demasiado tiempo.
Escucho unos pasos que se mueven por el pasillo. Será mi madre, o tal vez mi hermana. Vuelvo a mirar el reloj.
TIC-TAC TIC-TAC.
Muevo la funda de las gafas como si fuera una peonza. Parece la cosa más tonta del mundo, pero realmente hipnotiza. Miro de nuevo el reloj. Ya faltan dos minutos menos que la última vez.
Los nervios y la incertidumbre siguen revolviéndome el estómago. Los ojos se me van de nuevo al reloj.
TIC-TAC TIC-TAC.
Ya no sé a quién más llamar por teléfono para contarle lo que me ha pasado. He despertado a medio mundo para compartir mi ilusión.
"Ilusión" qué bien suena esa palabra.
TIC-TAC TIC-TAC.
Vuelvo a mirar el reloj, y me doy cuenta de que ya ha pasado un cuarto de hora desde que me senté delante de la pantalla a morderme las uñas por la intriga. Y sin embargo, por mi cabeza sólo pasan las dos benditas preguntas que llevan dando tumbos desde que abrí la puerta de mi casa a las doce de la mañana aproximadamente:
-¿A qué maldita mente criminal se le ocurre dejarme una caja cerrada en el felpudo con un sobre que me pide que no la abra hasta las 16:55?
-Y ¿qué narices habrá en esa caja?
Tiemblo de nervios por saberlo. Ilusión y miedo. Conociendo a los posibles artificieros, puedo esperar que salga cualquier cosa de ahí dentro. Y lo mejor de todo, es que me encanta.
No hay comentarios:
Publicar un comentario