Aparecieron, sí. Llegaron las cinco menos cinco de la tarde, y me echaron a la calle obligándome a convertirme en una intrépida aventurera en busca de sus sueños, es decir, en en busca de la llave de la misteriosa caja. Y, como siempre, se mantuvieron en todo momento cerca de mí aunque yo no pudiera verlos.
Emprendí mi viaje en un camello sin patas hacia las islas Milán, para encontrar el preciado tesoro de Barba Ahorros. Viajé hasta el mismo corazón de Atlantis (aunque no en una cápsula submarina como estaba previsto) y rescaté la llave perdida en la mítica fuente de la eterna juventud. Me enfrenté a peligrosas sirenas de cola y bastón para rescatar el último de mis sobres, con pasaporte de regreso casa.
Siguiendo el camino de las estrellas, llegué a las puertas de la Caja de los Sueños, y con ayuda de la mágica llave hallada en la fuente de la eterna juventud, pude ver en su interior todos las barreras e impedimentos que siempre nos encontramos a la hora de buscar nuestros sueños.
Lejos de desistir en mi empeño, y gracias a otra de las pistas que cuidadosamente me habían ido dejando mis psicópatas duendecillos, encontré el valor de mirar en mi interior, dentro de mi reflejo, donde encontré las energías suficientes con las que cualquier persona sería capaz de llegar a la luna: un hermosos mural cuyo artífice dejaría escaso al mismo Miguel Ángel con el techo de la Capilla Sixtina. Enmarcado con las fotos de mis pequeños duendecillos, rezaba el último mensaje de mi travesía:
Cuando un candado te alicate el corazón,
cuando no sepas dónde ir,
cuando creas que no hay más soles para ti;
puedes mirarte al espejo y recordar
quiénes estarán siempre detrás de ti para recogerte
o delante para guiarte.
FELIZ CUMPLEAÑOS.
Abandonando esa cueva tan íntima donde acostumbro a pasar mis noches, me dirigí de camino a la mazmorra que aloja al monstruo de la Pequeña Pantalla, convertida en trinchera de mis psicópatas duendecillos, que, como siempre seguían al pie del cañón, dando guerra con las bombas de colores repletas de aire, prendiendo fuego a 17 mechas de colores sujetas por la más terrible dinamita que pueda existir contra el paladar, y cantando el honorable Himno del Cumpleaños.De esta manera, a esta humilde servidora, ayer convertida en aventurera, no le quedó más remedio que deshacerse en carcajadas y exprimir hasta la última gota de risa de sus queridos duendecillos con inmensos abrazos que cortan hasta la respiración. Porque, joder, hablando claro, después de pasarme 5 horas en vilo, de recorrerme media ciudad, de soportar que la gente me mirara mal al agacharme a buscar sobres debajo de los columpios y las matas, de contar centimito a centimito el "Tesoro de Barba Ahorros" con el que se suponía que tenía que coger el autobús, de echarle más cara que espalda al asunto y pedirle a un dependiente de Kamome (una de las tiendas más pija que os podáis echar a la cara) que me dejara el palo de una escoba para conseguir una pista que muy amablemente me habían dejado en medio de una fuente, de hacer que una señora mayor se levantara de un banco porque tenía un sobre en el culo, y de pasear a mi hermana con la lengua fuera para que lo gravara todo; una se quedó sin palabras para agradecerles todo el esfuerzo que habían hecho, para convertir una caja en el mejor regalo del mundo.
El problema es, que dentro de la caja de los sueños, había otra caja un poco más pequeña, cerrada también con un par de candados, y los muy cabrones, lo único que me han dicho, es que ya encontraré las llaves.
Así que, como se podrá imaginar cualquier ser humano que lea esto -si es que lo lee alguien- la intrépida aventurera, después de estar toda la noche poniendo la casa patas arriba para encontrar las llavecitas, sigue de los nervios, muerta de ilusión y curiosidad por saber lo que se esconde en su interior, repitiéndose una y otra vez en su cabeza la famosa canción:
No hay comentarios:
Publicar un comentario