lunes, 26 de marzo de 2012

Después de la tormenta siempre viene la calma

-¡Ey! ¿Qué haces?
-Miro.
-¿Miras? ¿Qué miras?
-Las nubes.
-¿Juegas a buscarles forma? Yo jugaba muchas veces a eso de pequeña.
-No, no creo que haya que buscarle nada. Son nubes, y ya tienen su propia forma, aunque a veces el viento las cambia tanto que es muy difícil saber cuál es la verdadera.
-Entonces, ¿tratas de buscarles la verdadera forma?
-Bueno, eso es lo que solía hacer antes, pero ahora… me he dado cuenta de que eso no es lo que importa.
-¿Y qué importa según tú?
-Importa lo que pueden hacer, y sobre todo, lo que nosotros no podemos hacer por evitarlo.
-No entiendo.
-Mira, ¿ves esa nube gris de ahí? Seguramente dentro de unas horas se acabe de poner negra y provoque una tormenta. Sin embargo esta mañana cuando me he levantado y he mirado por la ventana, era blanca y bonita; parecía que iba a traer esa lluvia pacífica que tanto necesitamos. Y aún ahora, cuando veo lo gris que está, me sigo preguntando si quizá no pueda derramar su agua poco a poco.
-Ya entiendo. Te dan miedo las tormentas.
-No, yo nunca he sido de esconderme debajo de las sábanas.
-Entonces, ¿por qué tanta obsesión con esa nube?
-Sólo pensaba… el otro día escuché que han inventado una especie de cohete que rompe las nubes e impide que las tormentas causen destrozos.
-Eso está ya desde hace tiempo, pero es sólo un mito urbano. Las nubes van a llegar quieras tú o no, y seguirá habiendo tormentas.
-¿Y qué? No importa que sea cierto o no. Lo importante es: si tuviéramos ese poder realmente ¿nos convendría usarlo?
-Supongo. Si podemos evitar los desperfectos…
-¿Seguro? Pongamos que sea cierto. Si pudiéramos romper las nubes deberíamos haberlo hecho esta mañana, cuando todavía era inofensiva; porque ahora mismo si rompiéramos esta nube gris caería toda el agua directamente y provocaría una inundación de todas formas, ¿no?
-Sí, supongo.
-Bien, pero si la hubiéramos roto esta mañana quizá habríamos perdido la oportunidad de que lloviera con calma, limpiara el ambiente y acabara con la sequía que tanto mal está haciendo.
-Entiendo. Quieres decir que te llama la atención lo imprevisibles que son las nubes.
-No, no entiendes nada. Lo que me llama la atención no es cómo sean, sino lo que pueden causar y lo mucho que las necesitamos, tanto para bien como para mal.
-¿Cómo van a ser necesarias las tormentas? ¿No viste lo que hizo la última inundación? ¿No viste lo árboles rotos por los rayos?
-Precisamente por eso. Es necesario que haya tormentas para recordarnos que al fin y al cabo seguimos siendo personas. Ni fuertes ni poderosas… sólo personas. Y que lo que nos hace grandes no es el creernos capaces de dominarlo todo, sino que nos apoyamos los unos con otros para arreglar los desperfectos causados por la tormenta. Eso, y nuestra capacidad para mirar al cielo de nuevo y alegrarnos cuando otra tierna nube aparece tras el horizonte. Porque quién sabe si esa será la que un día nos llueva.