martes, 13 de septiembre de 2011

Sólo un bache

Ven, acércate, quiero contarte algo:
Ayer vi cómo la lluvia caía hacia arriba y absorbía un gran relámpago. Ayer, la escurridiza y moldeable arena tomó la forma de un ave y se escapó galopando. Ayer, una rosa se marchitaba en mi rosal; mientras otro joven capullo apenas se atrevía a respirar.
Ayer... ayer pasaron tantas cosas por mi cabeza...
Porque ayer, después de todo, aquella tormenta detuvo a la arena y sepultó con ella a mi joven rosal. Porque ayer, sus feroces espinas se vieron inútiles ante un dolor que no pudieron soportar.
Y en un instante, un terremoto arrambló con el mundo, y mis ojos volvieron a paladear el amargo sabor de unas gotas saladas. Unas gotas que, pese a no ser vertidas, formaron un inmenso mar a mi alrededor.
Fue un momento eterno, en el que ni siquiera las palabras pudieron rescatarme de mi infierno. Fue una tarde de agosto congelada, como si estuviéramos en pleno invierno. Fue... no sé lo que fue, lo único que sé, es lo mucho que lo siento.