- ¡Eh! Vuelve a la Tierra, ¿en qué pensabas?
- En nada.
- ¿En nada?
- Sí, en nada… y en todo. Ya no diferencio el uno del otro.
- ¿Cómo? Oye, ¿te encuentras bien? Estás temblando, ¿tienes frío?
- No. No es frío. Es miedo.
- ¿A qué tienes miedo, cariño?
- A todo… y a nada.
- Otra vez con lo mismo, ¿qué significa eso de nada y todo?
- No lo sé. Ya te he dicho que no lo tengo claro. Tengo miedo de todo lo que se cuece en mi cabeza… pero como sé que sólo está en mi interior, y que por lo tanto, no existe en realidad, no tengo miedo de nada, ¿comprendes?
- Más o menos. Y, ¿qué es eso que perturba tu cabecita?
- Una guerra… No, no es una guerra. Es la Guerra.
- ¿Qué diferencia hay?
- A ver, cómo explicarlo… La gente entiende las guerras por sus armas, por la muerte y el dolor. Pero en realidad, las guerras van mucho más allá. La verdadera guera no se libra con fuego ni disparos, se presta con ideas. Las ideas son los gérmenes más poderosos que puedan existir. Cuando uno de estos gérmenes es perjudicial y domina sobre los demás, es sólo cuestión de tiempo que la idea se expanda fuera de la cabeza, a la realidad, como una plaga que afecta a otros cerebros sanos. Ahí es cuando empieza una guerra tal y como todos las conocemos. Da igual el año, el lugar o el modo en el que tenga comienzo o final, la esencia es siempre la misma: ideas.
- ¿Y por qué tanto pensar ahora sobre las guerras?
-Porque en mi cabeza se está librando una. Sin querer – o quizá queriendo – he creado numerosos gérmenes de estos, todos ellos diferentes y antagónicos, que pugnan entre ellos por prevalecer sobre los demás. Algunos son aterradores, otros, quizás, sean algo mejores. El problema está en que ya no sé diferenciar los unos de los otros. He creado una guerra, y ahora debería luchar en ella; si sólo supiera el bando… Es difícil escoger cuando las múltiples partes beligerantes son pedacitos de uno mismo. Las guerras de por sí son complicadas, y me aterran, pero esto… simplemente me supera. Saber que yo soy mi peor enemigo, y que, a la vez, soy el único que me puede salvar.
- …
- Sabes, estoy pensando que, como toda guerra, esta debería tener un nombre que la identifique… Sí, creo que la llamaré locura.