domingo, 15 de abril de 2012

Una sonrisa para comenzar.

Sabías lo que hacías, sabías que era tarde. Veías el peligro, pero decidiste arriesgarte.
-No creo que sea una buena idea acercarte a eso que arde.
-Lo que seguro que no es buena idea es alejarte por cobarde.

No escuchaste algún consejo que intentara concienciarte. Te acercaste ya sin miedo, no supiste controlarte. Prendiste la mecha e insensata te quedaste, a sabiendas que ese fuego, bien podría incinerarte.
Y la mecha llegó a su fin, ineludible era que estallara, inevitable que te hiriera.
Inevitable, sí; inexorable, quizá; indispensable, seguro.

Y explotó. Y todo comenzó de nuevo…

Porque de nuevo fue necesaria la intervención de ese gran maestro que te quemara y te reviviera a la vez. De nuevo suspiros, de nuevo latidos; de nuevo el tintinear de una aguja giratoria que anuncia el porvenir de quién sabe qué pasará. De nuevo espera, de nuevo silencio; de nuevo cenizas, de nuevo experiencia; de nuevo… tiempo.

Tiempo para reconstruir tu cuerpo, tiempo para salir del huevo. Tiempo para viajar a hacerle una visita al gran astro para que te sonría al iluminar tus lamentos; tiempo para mirarle a la cara, entregarle el pasado y devolverle el tierno gesto.

Y en definitiva, tiempo para mirarte al espejo con la cara levantada y gritar a voz alzada que ahora sí, todo ha comenzado de nuevo.