-No creo que sea una buena idea acercarte a eso que arde.
-Lo que seguro que no es buena idea es alejarte por cobarde.
No escuchaste algún consejo que intentara concienciarte. Te acercaste ya sin miedo, no supiste controlarte. Prendiste la mecha e insensata te quedaste, a sabiendas que ese fuego, bien podría incinerarte.
Y la mecha llegó a su fin, ineludible era que estallara, inevitable que te hiriera.
Inevitable, sí; inexorable, quizá; indispensable, seguro.
Y explotó. Y todo comenzó de nuevo…
Porque de nuevo fue necesaria la intervención de ese gran maestro que te quemara y te reviviera a la vez. De nuevo suspiros, de nuevo latidos; de nuevo el tintinear de una aguja giratoria que anuncia el porvenir de quién sabe qué pasará. De nuevo espera, de nuevo silencio; de nuevo cenizas, de nuevo experiencia; de nuevo… tiempo.
Tiempo para reconstruir tu cuerpo, tiempo para salir del huevo. Tiempo para viajar a hacerle una visita al gran astro para que te sonría al iluminar tus lamentos; tiempo para mirarle a la cara, entregarle el pasado y devolverle el tierno gesto.
Y en definitiva, tiempo para mirarte al espejo con la cara levantada y gritar a voz alzada que ahora sí, todo ha comenzado de nuevo.
Cada día todo comienza de nuevo, más que nada porque desde la Esperanza es de donde renace la Vida.
ResponderEliminarRecuerda pequeña, " Todos los días podrían ser París" :)
Gran texto, como siempre ;)